"Están todos condenados; ¡de pie! De pie como lo harían para escuchar la Marsellesa o el Dios salve al rey...
Dadá solo no huele; no es nada, nada, nada.
Es como sus esperanzas: nada;
como su paraíso: nada;
como sus ídolos: nada;
como sus políticos: nada;
como sus héroes: nada;
como sus artistas: nada;
como sus religiones: nada.
Silben, griten, rómpanme los dientes, ¿y qué?
Aún les diré que son unos retardados. En tres meses, mis amigos y yo les venderemos nuestros cuadros por unos pocos francos."
Dadá solo no huele; no es nada, nada, nada.
Es como sus esperanzas: nada;
como su paraíso: nada;
como sus ídolos: nada;
como sus políticos: nada;
como sus héroes: nada;
como sus artistas: nada;
como sus religiones: nada.
Silben, griten, rómpanme los dientes, ¿y qué?
Aún les diré que son unos retardados. En tres meses, mis amigos y yo les venderemos nuestros cuadros por unos pocos francos."
Manifiesto caníbal dadá, de Francis Picabia, 1920.
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